CRONICAS DEL DESIERTO

CRONICAS DEL DESIERTO

VIAJE AL TERRITORIO BEREBER
     Después de mucho tiempo organizándolo y de muchos obstáculos que salvar, incluidas pandemias, omicrones, papeleos, cierres de fronteras, ... Marruecos nos recibió un 28 de febrero de 2022. 
     Yo, que he viajado bastante, os confieso que el choque cultural que sentí cuando bajamos del avión e iniciamos nuestro recorrido fue brutal. Impresiona llegar a un nuevo continente y zambullirse en una nueva cultura. Pero amigo, hay que dejarse llevar, y para eso el pueblo marroquí es especial, por su carácter amistoso y amable, sobre todo una vez cruzas el Atlas y te adentras en el desierto, territorio bereber.
     No obstante, todo se hizo más fácil con un grupo fantástico de compañeros, comandado por Jesús, el Fotógrafo en el Coche, artífice de esta aventura, al que acompañamos otros cuatro valientes Enol, Fran, Alberto y el que os escribe, en un viaje mágico al corazón del desierto, que difícilmente olvidaremos.
     Las experiencias de vivir durante una semana en un campamento bereber son inolvidables. Allí donde el dinero no tiene valor, allí donde el valor es la amistad y allí donde la amistad es para toda la vida. Un pedacito de nuestro corazón se quedó en la arena del desierto y sus gentes. 
     
     Si quieres escuchar nuestra pequeña aventura, con sus anécdotas, vivencias y demás, en un tono divertido y desenfadado, tienes un podcast que hemos grabado sobre ello:
LA LLEGADA: MARRAKECH

     Marrakech nos recibió, urbe imperial y centro económico con sus mezquitas, palacios y jardines. Nos alojamos en el Dar Mirai Riad, dentro de la medina, ciudad medieval amurallada y densamente poblada que data del período del Imperio Bereber, con pasajes que parecen laberintos y animados zocos que venden cerámicas, joyas y tejidos tradicionales. 
     La Plaza de Jamaa el Fna, declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es el corazón de la ciudad. Dominada por la mezquita Koutoubi, desde aquí se percibe el pulso de un pueblo que exhibe su singularidad, congregando a multitud de personas que abarrotan la plaza, tanto de día como de noche. Imprescindible tomar un café en la terraza del Café de France para observar su bullicio y animación.

CRUZANDO EL ATLAS: CAMINO AL DESIERTO

     Tras una buena cena y merecido descanso, tocaba madrugón para afrontar las 10 horas de viaje en coche por delante. Un 4x4 con las maletas subidas a la baca y casi 600 km por carreteras distintas a las que solemos recorrer. Serpenteantes subidas hacia el Atlas, obras constantes y recurrentes, camiones cargados con su ritmo lento, arena, controles policiales, ... 
     Atravesamos el Atlas a través de Tizi n'Tichka, paso de carretera más alto del Norte de África, con 2260 metros de altura, enlazando el sureste de Marrakech con la ciudad de Ouarzazate. El nombre del paso viene de unir varias palabras en tamazight y significa "paso de montaña difícil".  Las temperaturas bajaron bastante y la nieve hizo su aparición en las cumbres del paisaje. Al otro lado, nos esperaba ya el desierto.
ERG CHEBBI: BIENVENIDOS AL DESIERTO

   Y llegamos al desierto. Erg Chebbi es uno de los erg -zonas arenosas que forman parte de un desierto- del Sáhara, la puerta de entrada sureste. Tiene unos 30 km de largo (de norte a sur) y 5 de ancho, y en él se encuentra la famosa gran duna de Merzouga, con una altura que supera los 150 m. 
    A medida que nos acercábamos, cada vez impresionaba más la dimensión que alcanzaban las dunas, primero pequeñas en el horizonte y luego descomunales al pie de las mismas. El campamento bereber donde nos alojábamos se encontraba a su falda, con las jaimas dispuestas a acogernos.
     La paz, la quietud, el silencio del desierto, caminar sobre la arena, sus texturas, sus pequeños habitantes, ver cielos estrellados, observar el color cambiante de la arena a medida que el sol se alza por la mañana o se oculta al anochecer...  Puedo decir sin equivocarme que es una experiencia extraordinaria, que no dudaría en repetir.
BEREBER: LOS HOMBRES LIBRES

     Bienvenidos al hogar del pueblo Bereber, o Amazigh, "hombres libres" del desierto, los habitantes originales del Norte de África. Hospitalarios, amables, amigos, familiares, alegres... son muchos los adjetivos con los que podemos definir al pueblo Bereber. 
     Son los verdaderos habitantes del desierto. Acostumbrados a ayudarse entre ellos en un hábitat poco favorable, trasladan allí por donde van ese carácter solidario, amable y hospitalario.
      
     A pesar de que la palabra "bereber" proviene del Imperio Romano que los denominaba "bárbaros", nada más lejos de esa idea cuando hablamos de los Imazighen (plural de Amazigh).  
     Alojándote con ellos en su campamento, estarán ahí para cuanto necesites y te abrirán las puertas de sus hogares y sus corazones. Sin dudarlo un pedacito de tu corazón se quedará para siempre en la arena del desierto.
     Me llamaron especialmente la atención sus miradas: profundas, casi reflejando su alma y sin nada que ocultar, y alegres, siempre intentando contentar a sus huéspedes. 
MÚSICA: EL RITMO DEL DESIERTO

   Disfrutar de las noches bereberes en el desierto es una experiencia inolvidable. Cuando cae la noche, se ilumina el cielo, se encienden las hogueras y comienza la fiesta. Fuego, música, alegría, amistad, tradición... Cada noche se convertía en una fiesta en compañía de amigos. Tambores, lajambres, guitarras, conchas...  Cada instrumento de la música amazigh es en sí mismo una obra artística que combina en su confección técnicas mixtas de escultura, pintura, diseño, costura, tatuaje y adorno. Pudimos disfrutar, tocar, participar, cantar, bailar... Qué no pare el ritmo del desierto.  
   Otra visita obligada es Khemliya -Khamlia- un pequeño pueblo conocido por su población de raza mayoritariamente negra, antiguos esclavos subsaharianos que huyeron en busca de la libertad y fundaron esta pequeña ciudad donde establecieron una forma de vida comunitaria y preservaron sus tradiciones. Entre ellas, la música "gnawa" que, curiosamente, en el dialecto amazigh o bereber significa "mudo". Nada más lejos de la realidad: música, color, alegría, ambiente, miradas de felicidad, ojos brillantes... eso es Khemliya. No soy yo mucho de retratos, pero había escenas que conquistaban.
VISITAS: DESCUBRIENDO SU VIDA

     Una visita obligada es Rissanni y su zoco, el más antiguo de África.  Escenas que te cautivan, rayos de luz colándose a través del techo, colorido de los puestos de especies, el parking de burros... Aunque con precaución y educación, la gente es más permisiva a las fotos que en Marrakech y podrás inmortalizar momentos especiales. En mi caso, no podía evitar recordar los antiguos comics de Tintín que tanto me gustaban. 
     Otra experiencia impactante es visitar a una familia nómada. Su casa, el desierto, su techo, las estrellas. Así de simple. Sin fronteras, ni banderas. Van cambiando de ubicación en busca de agua y comida para su ganado. Hospitalarios, solidarios y generosos, abren las puertas de su casa y te ofrecen todo lo que tienen, por escaso que sea. Compartimos un delicioso té en sus jaimas.
     Y no te olvides. Adentrándote en el "terreno peligroso" de la conflictiva frontera con Argelia, se esconde el oasis de Saf Saf. Allí nos encontramos a una pareja de madrileños. Quien les diría que ¡también en medio del desierto se encontrarían a un gallego!

DETALLES: FOTOS EN CADA RINCÓN

    Impresionan los grandes paisajes que puedes observar en el desierto. Su majestuosidad, su exuberancia, su grandeza, su inmensidad, su colorido...
     Pero no te quedes sólo con esto. Mi mejor consejo es que abras bien los ojos y tengas la mente abierta. Observa. Busca los pequeños detalles, escenas más íntimas, pequeños paisajes, historias diminutas, luces, colores, texturas...
    En cada rincón, mires a donde mires, verás algo especial para inmortalizar. Creo que me he traído casi el mismo número de fotos de estas pequeñas escenas que de los paisajes espectaculares. 
     Y creo también, que este tipo de fotos son las que dan contexto y te permiten traer una visión más amplia del viaje, una visión que completará la experiencia. Una experiencia que recordarás. 
SUS NOCHES: BAJO LAS ESTRELLAS

     Si hay algo que impresiona en el desierto, son sus noches. En mi vida he visto tantas estrellas juntas. Tantas, que a veces era imposible orientarse y localizar constelaciones que aquí localizas en un momento. 
     Descubrir Orión entre tanta inmensidad brillante era una tarea ardua. Eso sí, una vez localizadas y enfocadas, los resultados eran espectaculares.  Largas noches con poco tiempo para dormir, aprovechadas al máximo. Con amigos, risas, diversión. 
     En especial la última noche. En la que la estrella de la fiesta fue un arbolito en medio del desierto... ¿La historia?
     Os la cuento: ¿Y si os digo que localizamos y geo-posicionamos este árbol en el desierto en una ruta en 4x4 cuando nos acercábamos al campamento bereber? ¿Y si os digo que pasamos la última noche sin dormir disfrutando de los cielos y la fotografía? ¿Y si os digo que caminamos 3 km a oscuras guiados por el gps hasta el árbol? ¿Y si os digo que la foto resultante es fruto de un trabajo en equipo buscando encuadre, iluminando la escena y disparando cámaras? ¿Y si os digo que es una sola toma, con doble procesado: uno para el cielo y otro para el suelo? Pues creo que ya os he dicho todo.
EL REGRESO: EXPLORANDO NUEVAS RUTAS

     Todo pasa. Llegué dejando el reloj en casa y, aunque lento, a un día le sigue el otro, hasta que llega el último. Llegó el momento de regresar... 
     De nuevo 10 horas de vuelta a Marrakech, pero 10 horas distintas. Por un lado, el cansancio acumulado comenzaba a hacer mella. Cabezadas rápidas, ritmo somnoliento... Por otro, la ruta elegida en esta ocasión discurría más al norte que la de la ida. El motivo: Ait Ben Haddou, espectacular kasbah a modo de poblado de arcilla y piedra, fortificada por una gran muralla y declarada Patrimonio de la Humanidad. Seguro que si te fijas, la habrás visto en multitud de películas (La joya del Nilo, Gladiator...)
   Continuamos hacia el norte por una pequeña carretera de montaña, que seguía el cauce del río Asif Ounila, creando una grieta verde en la que proliferaban pequeños cultivos. Más adelante, en Telouet, enlazamos ya con la carretera principal del Atlas, donde nos aguardaba una tormenta de nieve. Llegamos de noche a Marrakech, que nos recibió con una fugaz lluvia torrencial, suficiente para devolvernos al Riad empapados. Tocaba cena y descanso. 
LA DESPEDIDA: TODO SE ACABA

     ... Y todo lo bueno se acaba. Se acaba una experiencia espectacular con un grupo de gente genial. Llegamos como compañeros y nos vamos como amigos, compartiendo experiencias, vivencias y anécdotas y listos para la próxima aventura. Mientas esperamos por ella, regresamos a la realidad.
     Regresamos a un mundo deshumanizado, que parece abocado a su autodestrucción. No obstante, tras 8 días conviviendo con el pueblo Bereber, vuelvo con esperanza. Esperanza en un pueblo que vive a su ritmo, sin patrias ni fronteras, sin reyes ni presidentes, sin banderas. Un pueblo que a nuestros ojos no tiene NADA, pero que realmente lo tiene TODO. Ellos nos enseñan el camino. Y en ese camino se ha quedado una parte de nuestro corazón, allí, en la arena y con sus gentes. Sus gentes... 

     Podéis ver más fotos del viaje al desierto en el siguiente enlace:

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